Hoy os voy a hablar hoy de un patógeno de trasmisión sexual considerado
emergente y de importancia creciente por la OMS en enero de 2015: Mycoplasma genitalium. Una de las bacterias más pequeñas que se conoce y
con un genoma también muy pequeño. Esta bacteria ya se conoce desde los
años 80, y con el paso del tiempo los estudios que demuestran que
produce patogenicidad han ido en ascenso.
Como podéis ver, tiene una forma muy muy típica en forma de matraz. Como
todos los micoplasmas no tiene pared celular, con lo cual ni se ve en
la tinción de Gram, ni le afectan los antibióticos que actúan a través
de la pared celular como penicilinas, cefalosporinas, etc.
La prevalencia de Mycoplasma genitalium (MG) en la población general es
aproximadamente entre un 1 y un 3%. En las poblaciones de mayor riesgo,
como las que acuden a clínicas de enfermedades de transmisión sexual y
las que tienen síndromes clínicos compatibles la prevalencia es mayor y varía de 2% a 33%.
Numerosos estudios han asociado Mycoplasma genitalium a uretritis no
gonocócica, balanopostitis, cervicitis y enfermedad inflamatoria
pélvica. Las manifestaciones clínicas son muy similares a las que se
asocian con C. trachomatis.
Se ha intentado estudiar también el papel que cumple MG en otras
manifestaciones clínicas como proctitis, prostatitis, epididimitis o
embarazo ectópico pero la evidencia es muy limitada y no ha sido
demostrado con la suficiente solidez.
Por otra parte, se ha demostrado que los individuos infectados con MG tienen el doble de probabilidades
de estar infectados con el virus de inmunodeficiencia humana (VIH).
Además del mayor riesgo de contraer el VIH, MG puede también aumentar la
propagación del virus del VIH entre las personas con doble infección, lo que aumenta el riesgo de transmisión del VIH.
Con respecto al diagnóstico de MG, se puede hacer de 2 maneras: a través
de un cultivo con células Vero, que requiere mucho tiempo (6
meses), es muy complicado y sólo han conseguido unos pocos laboratorios en el mundo o a través de la reacción en cadena de la
polimerasa (PCR) que ha demostrado ser una técnica muy sensible y
específica a la hora de detectarlo y poder diagnosticarlo y que cada vez
tienen más laboratorios.
Con respecto al tratamiento, debido a la dificultad de cultivar el
microorganismo, sólo se han realizado unos pocos estudios in vitro,
mientras que se han llevado a cabo varios ensayos clínicos de
tratamiento bien diseñados basados en PCR.
Los micoplasmas no tienen paredes celulares, por lo que no son sensibles
a antibióticos β-lactámicos. Además, no son sensibles a antibióticos
de los grupos rifamicina y sulfamida. La doxiciclina tiene una
actividad relativamente escasa contra el microorganismo porque las tasas de fracaso microbiológico del tratamiento son del
55-70%.
Además, se ha visto mediante estudios moleculares que MG posee
mutaciones en la región V del gen del ARNr 23S que hace que en
determinados pacientes fracase el tratamiento con azitromicina.
Parece que estas mutaciones se seleccionan fácilmente en los pacientes que reciben una dosis única de 1 g de azitromicina, y se ha demostrado que los pacientes en quienes fracasa esta pauta de tratamiento a menudo no responden a una dosis más alta del fármaco.
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